En el extremo de la península de Baja California se encuentran Los Cabos, dos lugares diametralmente opuestos que, sin embargo, confluyen en una perfecta unidad, como el yin yang de la filosofía oriental. Así, en un extremo del corredor se encuentra San José del Cabo, espejo del auténtico y secular pueblo mexicano, con calles empedradas y un ambiente henchido de tranquilidad y sosiego. En el otro lado, Cabo San Lucas se alza como una oda a la fiesta y la estridencia, repleto de locales de ocio, ya sean bares o centros comerciales.
Los Cabos es conocido como 'el fin de la Tierra', debido a su ubicación en el extremo de la península que comparten México y Estados Unidos. Y es precisamente su cercanía a este país lo que le imprime un carácter único, típicamente mexicano para a la vez muy influido por lo que conocemos como estilo de vida occidental (en este caso, norteamericano).
Todas estas dicotomías hacen que el lugar, enclavado entre el mar, el desierto y la montaña, resulte muy atractivo para distintos tipos de personas. Pero, si por algo se caracteriza, es por su extremado valor como destino turístico o de descanso, a lo que contribuyen las infraestructuras destinadas a la práctica del golf y de la pesca deportiva.
Debido a ello, y al perfil de visitante de alto consumo que se deriva de lo anterior, abunda el suelo destinado a la construcción unifamiliar, en zonas turísticas residenciales destinadas a personas que pasan en la ciudad periodos largos de tiempo, disfrutando de todas las comodidades propias de las sociedades más avanzadas, pero sin renunciar a los placeres que proporciona la naturaleza más salvaje.
Los Cabos ofrece al viajero, por tanto, una equilibrada oferta entre el ocio activo y el descanso que se adapta a todas las sensibilidades.